La Constitución de Telépolis

Javier Echevarria

Javier Echevarria

Los partidos políticos y las instituciones políticas utilizan Internet en su relación con los ciudadanos de forma unidireccional, es decir, circulando en una sola dirección, que es la de suministrar información de los quehaceres que más les interesan a ellos, igualmente los partidos políticos, salvo en épocas de elecciones se esfuerzan por conseguir el voto en el mercado político.

Por el contrario científicos entre ellos M. Castells y Javier Echevarría, señalan una relación directa entre Internet y la actividad política, destacando que podría ser un instrumento de participación ciudadana,  y no sólo de información a la ciudadanía, sino de información de hacen los políticos sobre lo que a la ciudadanía le preocupa, una relación interactiva cuando se refiera al ágora política, y que quiera reflejar un nuevo estadio de discusión sobre la desburocratización de la Administración pública y la superación de la crisis de legitimidad de muchas instituciones políticas entre ellas los Estados Nacionales, partiendo de una información de doble vía con una política de mayor participación ciudadana permanente, interactiva y global que ya es una realidad.
Siguiendo con ello, el problema parece que no es del sistema político, y de la democracia, sino de que hacer con la tecnología y en especial con Internet, y a ello abunda al decir que Internet la modela o la hace la sociedad y no es al revés, es decir, que a Internet lo hacemos todos los ciudadanos, y por ello allí donde hay movilización social, Internet se convierte en un instrumento  interactivo de cambio social, y allí donde hay burocratización y jerarquía la política es mediática y de representación ciudadana, la realidad es que Internet es para nuestra política cercana del nuestro entorno simplemente un tablón de anuncios.

Al igual que Castells, Echevarría, no se acerca al estudio de Internet desde una análisis externo, sino con rigor y prudencia valorativa, sin exageraciones ni catastrofismos que pudieran tener los efectos sobre la política y las ciencias sociales, sin ninguna implicación o compromiso social. Sus aportaciones, proponen una metáfora descriptiva de la Red, en contra del modelo también metafórico norteamericano de “frontera electrónica”, y se entiende como la posible constitución de una ciudad (una suerte de Atenas virtual), que permite comprender este complejo fenómeno no sólo de forma puramente teórica, sino también como un objetivo de articulación social que hay que lograr y que, por lo tanto, necesita criterios de actuación política. Entender la Red e Internet como ciudad significa conferirle, ya desde su inicio, una valoración muy concreta, hasta cierto punto «intervencionista».

Esto desde un arraigado punto de vista europeo, reformular el modelo griego de la «polis» democrática para no entenderlo como un último reducto del «salvaje oeste». El núcleo de la revolución digital son los hogares de los países avanzados. Pues son precisamente los dispositivos electrónicos y ahora telemáticos, los que van a cambiar profundamente nuestras vidas y van a convertirnos en habitantes de verdaderas «telecasas».

La metáfora telepolitana se complementa con el concepto de «entorno», que nos sirve para entender la división de la realidad contemporánea en tres entornos conceptuales, basados en las coordenadas espacio-temporales pero con un alcance simbólico: Estos tres entorno son: La Naturaleza y el medio ambiente, la ciudad y la sociedad, y las comunicaciones o relaciones. (E1-Naturaleza/Cuerpo, E2-Ciudad/Sociedad, E3-Telecomunicaciones/Red).

En este sentido, quizá el aspecto más novedoso y crítico es su caracterización de los poderes económicos que dominan el E3 como un «neo-feudalismo» controlado por verdaderos «señores del aire» que tiranizan y explotan a los usuarios o «telesiervos». Frente a esta realidad, lo que propone Echevarría, sería alcanzar el objetivo de democratizar Internet, y esto se hace, luchando contra estos señores del aire que, nunca mejor dicho, «avasallan» a la sociedad civil. Para ello considera necesario declarar una serie de puntos que garanticen y promuevan lo que él llama «La Constitución de Telépolis».

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