España es el país con más alta tasa de desempleo juvenil de Europa, también es el país con más tasa de desempleo y mayor tasa de empleo temporal. Si continuamos, España, es uno de los países de Europa que más empleo se destruye. Pero, paradójicamente, el empleo en España es de los más protegidos de Europa.
Las nociones de empleo y desempleo que se acaban de mencionar, en el ámbito económico se restringen al análisis del trabajo productivo, lo que se denomina generador de valor añadido o producto. En estos conceptos las paradojas son continuas, y se acentúan con el uso de las nuevas tecnologías para la generación de un valor añadido, un producto o un servicio, que se encuentra al alcance prácticamente de toda persona, sin necesidad de tener empleo o estar desempleado, si entendemos estos conceptos como el que una persona que quiere trabajar y lo hace para otra o para sí mismo, igualmente en el estado actual de la tecnología, un desempleado, entendido como la persona que quiere trabajar para otra, y no encuentre empleo, es probable que esa persona genere más valor en su domicilio conectado a internet, formándose y aprendiendo de las nuevas tecnologías que un empleado de una oficina tradicional, un contable por ejemplo. Es fácil desde internet instalarse un software, usar las herramientas y acceder a una formación y aprendizaje de calidad, descargarse música e imagen, crear un video o un documental, navegar y compartir archivos, producir videos y documentos, páginas web, música, relacionarse, y generar un valor añadido y ponerlo al alcance de cualquiera que esté conectado a la red, para que lo disfrute o lo reproduzca.
Pero sin embargo, las instituciones del mercado de trabajo, se empeñan en no darse cuenta de las dimensiones de éste, la cultura de la innovación, no puede instalarse en la economía laboral española. ¿Porqué? Esa pregunta, requiere una respuesta, y dudo que alguien tenga una válida, ya que son muchas y múltiples las cuestiones y circunstancias de la realidad de nuestras instituciones políticas y sociales, que se ven superadas por las realidades de los hechos económicos que se suceden. La política de empleo en España, no puede seguir anclada en patrones de funcionamientos dirigidos hacia el pleno empleo y a sistemas de relaciones laborales esquematizados en la funcionalidad base de la paz social.
Si miramos un poco hacia atrás, en la historia reciente mientras que en España, se había adoptado una política de empleo, basada en el modelo de equilibrio, con acento en las reformas estructurales tanto de las instituciones del mercado de trabajo como de los mercados de productos. En Europa, apostaba por la idea de que el mercado de trabajo es peculiar, que no sólo significa que es imperfecto, sino que paradójicamente no puede dejar de serlo.
Los agentes económicos, administraciones públicas, colegios profesionales, agentes sociales, empresarios y también sindicatos piden más innovación. Pero paradójicamente, otra vez las paradojas, ellos mismos son incapaces de introducir mejoras innovadoras en sus instituciones, que siguen corporativizando e inflexibles, ante los cambios, incapaces de conseguir amortiguar los problemas inherentes al propio sistema que nos hemos dado de relaciones laborales, fundamentalmente porque para crear empleo, se han de superar problemas de ineficiencia que generan las propias instituciones y políticas sociales, que no se adaptan antes los cambios en las formas de trabajar, de relacionarse y de interactuar con las nuevas tecnologías.
Los cambios son necesarios, si, y sin ellos la sociedad no puede avanzar. Si las innovaciones no se empiezan a introducir en los mercados de trabajo, será una irresponsabilidad de los agentes sociales y políticos. No podemos los ciudadanos estar esperando a que los sindicatos y empresarios diseñen reformas que puedan responder a problemas históricos, lucha de clases, ilusiones y utopías, ¿por qué? Porque esas teorías y utopías en otros tiempos ineludibles, actualmente ya han sido liberadas por la sociedad, y los logros conseguidos por el Estado de bienestar, ya no se van a superar si no es con nuevas propuestas, la pérdida de soberanía de poder político por los Estados, el sindicalismo de clase, y el avance de los sistemas democráticos relacionados con las nuevas tecnologías, pueden hacer avanzar a la sociedad, pese a que muchos se empeñen en no verlo.
Es posible que funcionará nuestro sistema de relaciones laborales, con trabajo poco cualificado e inmigrante, con una distribución del empleo triangular donde los que más saben están arriba y lo que menos saben abajo, y esto no ha permitido cambios en las instituciones y en la política de empleo, los avances tecnológicos del siglo XX, han configurado mercados de trabajo, más medibles, más flexibles y con relaciones laborales individuales y cuantificables y descentralizados, haciéndose posible el análisis del empleo y desempleo a niveles de mercados locales, además si nos damos cuenta el empleo y el desempleo en las sociedades avanzadas ya no necesitan tanto ser cuantificados, en cuanto que para producir valor, en el ciclo vital de
formación-trabajo-jubilación, se ha convertido en una utopía o en una ilusión, y la realidad actual es que el valor se crea por muchos otros canales, como el de la formación o el de mejora de capital humano, la distribución de la creación de valor ya no es piramidal, sino que adopta la forma circular, donde todos las personas que están dispuestas a trabajar, saben y tienen un formación similar o igual.
Nunca como antes los trabajadores, han podido disponer de mejor acceso y control sobre los medios de información y en muchos casos de producción, pero esos trabajadores muchos del sector TIC y la nueva economía, han dejado en gran parte en confiar en las instituciones del mercado de trabajo, ya casi nadie confía, ni tampoco en los empresarios, ni en los contratos de trabajo, ni en los jueces ni en la inspección de trabajo, nadie va a hacer nada por nadie.
Las fracturas sociales se están evidenciando en la economía y la sociedad, la pobreza y la discriminación y la segregación reaparecen en nuestra sociedad, si es que algún día se marcharon, y es necesaria una reforma urgente e ineludible de las instituciones del mercado de trabajo. Los sindicatos van a ser muy criticados, por sus intereses partidistas, en cuanto que han aceptado que la causa de la crisis no es del trabajador, y que el mercado financiero en sentido amplio falla, y que como es sabido y en la conciencia sindical las economías se ajustan en el empleo, esto es, en el mercado de trabajo, ya que es el factor cuyo coste se mantiene pese al descenso de la actividad, ya se produjo con la adhesión a la Unión Europea. El mercado de trabajo, paradójicamente no encuentra el equilibrio entre la oferta y la demanda, y los sindicatos mantienen el convencimiento o desencanto de una relación negativa entre el incremento salarial y el precio final del producto, la relación del precio con la demanda y la concepción por el empresario de que el trabajador es un coste suprimible, esto nos muestra un espectro cultural no
propicio a conciliar reformas.
Las estructuras económicas y sociales en cierta medida condicionan a las administraciones públicas a los investigadores y a las técnicas de trabajo, de tal modo que en las economías desarrolladas y en las empresas se siguen aplicando sistemas de organización derivados de estas economías y patrones industriales, sin embargo en las instituciones internacionales de donde se marcan las políticas de empleo, partamos que desde la Cumbre Europea de Lisboa, en Europa se hacen esfuerzos para valorar el impacto de las nuevas tecnologías, pero aquí nos esforzamos en no verlo.